Y la ciudad se convierte en protagonista; ciudad populosa, laberinto y misterio, libertad y soledad:
“ (…)
¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?
¿Ordenar los amores que luego son fotografías,
que luego son pedazos de madera
y bocanadas de sangre?
San Ignacio de Loyola
asesinó un pequeño conejo
y todavía sus labios gimen
por las torres de las iglesias.
No, no, no, no; yo denuncio.
Yo denuncio la conjura
de estas desiertas oficinas
que no radian las agonías,
que borran los programas de la selva,
y me ofrezco a ser comido
por las vacas estrujadas
cuando sus gritos llenan el valle
donde el Hudson se emborracha con aceite”.
(Federico García Lorca)
Mari Ángeles
ese estilo de Lorca suena a Poeta en Nueva York
La calma lectora
Tienes razón, el poema pertenece a Poeta en Nueva York, pero en esta ocasión, no se trata de un título de Lorca.